El Síndrome

¿Qué hacer cuando un fotógrafo profesional siente que ya no avanza, que todo se repite y que ya no crece? Apenas el sábado pasado planteábamos aquí mismo, uno de los temas básicos en lo que toca al desarrollo competente para cualquiera que pretenda ser fotoperiodista. Pero hoy hablaremos de los síntomas que se generan después de los primeros siete o diez años de trabajo contínuo.

En distintas ocasiones he presenciado los síntomas de este síndrome. Cansancio, irritabilidad, frustración, desidia y hartazgo. Vamos, no sólo lo he visto, yo mismo lo padecí hace ya muchos años y finalmente encontré la manera de superarlo.

Pero muchos otros no. Incluso conozco a gente immune a este síndrome.  

Esta crisis es una especie de mutación considerable, tras la cual se produce un empeoramiento o una mejoría en nuestro ámbito y desarrollo profesional. Dicha sensación sólo se supera remontando la idea de estancamiento, atacando el centro de la crisis con innovación y creatividad. No hay de otra. 

Cambiar de redacción o de trabajo no soluciona nada, porque la pesada loza de esta crisis nos persigue en cualquier coordenada. Sólo se resuelve de frente y con mucha serenidad. En cuanto percibimos dicho estancamiento (real o imaginario) en el desarrollo de nuestro trabajo se presenta una espantosa inestabilidad emocional que no permite tomar decisiones con claridad. 

¿Qué hacer entonces? Creo que, para empezar, dicho fenómeno sólo ataca a los fotoperiodistas creativos, para los que la rutina del periodismo los empieza a cansar. Pero primero que nada, aceptemos y reconozcamos que el trabajo es así y siempre lo será, ni modo. A veces es repetitivo y nada hay que hacer, salvo hacerlo y hacerlo bien siempre. 

Colateralmente, uno debe crear sus espacios de expresión y trascendencia, sin descuidar el eje de su trabajo. Ahí están las becas, exposiciones, libros y diversos espacios que acogen a la fotografía documental. Pero para llegar ahí se requiere una idea y un proyecto claro. 

Si se carece de esto, la crisis se agudiza y se torna en frustración. Periódicamente he visto, cómo a varios de mis colegas les pegó este fenómeno y la mitad lo ha resuelto muy bien, consolidando su nombre y proponiendo siempre cosas nuevas. 

Lamentablemente, la otra mitad ha terminado fuera del periodismo o en espacios que para nada resultan halagadores en la trayectoria de un fotoperiodista serio. Y esto se pone peor, cuando para justificar la cadena de decisiones equivocadas que tomaron, le terminan echando la culpa a medio mundo para eludir su responsabilidad. 

 Ojo. Este trabajo es de disciplina, talento y resistencia. Sin duda, un porcentaje nos afecta por factores externos, pero buena parte está en nosotros y en nuestra capacidad de autocrítica. No nos confundamos con la falsa esperanza de lo nuevo. En el fondo, lo mejor de nuestro trabajo está en el equilibrio de nuestra propia inteligencia emocional y firme convicción de ver para otros.