Vicente Leñero

Vicente Leñero : “No me gusta que las historias se acaben: ni en el cine, ni en la literatura, ni en la vida. Siempre tiene que haber más posibilidades, más caminos, más respuestas”

Difícil escribir hoy sobre Vicente Leñero, a unas horas de su muerte. La ausencia del querido maestro y amigo, me inspira para compartirles mi experiencia con él. Se me agolpan los recuerdos, el dominó, las risas, las portadas, el aprendizaje, las angustias y los primeros años de mi carrera como fotoperiodista en Proceso.

A Vicente lo conocí en 1992 en Madrid, cuando rondaba los 24 años y estudiaba periodismo en París y jamás imaginé lo que influiría en mi carrera. En aquella borrachera con Vicente, Sanjuana, Armando Ponce y Juan Miranda, de pronto y de la nada, en algún bar de tapas, Leñero me preguntó: – ¿Cómo ves la foto en Proceso? – palabras más o menos, le dije: “aburrida, abusan de las caritas”; no dije más.

Allí mismo, aprovechó para presentarme al coordinador de foto del semanario y pasamos a otros temas. Al año siguiente en 1993 me invitó a integrarme al equipo de fotógrafos del semanario, no sin antes advertirme: “A ver si es cierto, comunícate con Juan, te queremos en la revista para renovar la imagen”. 

Entré ese mismo año y me desarrollé como fotoperiodista y editor durante los siguientes 12 años. Hicimos grandes cosas y se sembró la transformación visual de aquella revista. Leñero cerraba cada edición con dos cajetillas de cigarro, Coca Cola, tortas para todos y horas de dominó en la redacción, a veces hasta el amanecer. 

Cuando jugábamos ahí estaban, Galarza, Marín, Puig y Cardoso entre otros, se apostaban 20 pesos por ronda y se fumaba como chacuacos. Leñero era implacable, siempre decía: “nunca te dobles a la primera, nunca”, y reía. 

Los recuerdos se me agolpan y me cuesta trabajo sintetizar. Me duele su partida, me rompe, me entristece. Me jode su muerte, me cala su ausencia. Recuerdo que a los 6 meses de estar en Fresas 13, me fui a París a atender un compromiso académico, justo cuando estalló el EZLN en Chiapas. En las primeras horas de aquella rebelión, Leñero me localizó y me gritó: “Aquí las cosas están de la chingada, se levantaron unos guerrilleros en Chiapas, es tu oportunidad, vente. Te quiero allá, en la selva”. Tres o cuatro días después de esa llamada estaba en la selva Lacandona, en medio de la guerrilla zapatista, así se trabajaba con él. 

La imagen que acompaña este texto es de Rogelio Cuéllar, quien la tomó en 1972 en la redacción de Revista de Revistas cuando Vicente comenzaba como director de ese suplemento. Para que se imaginen, Cuéllar tenía 22 años de edad cuando hizo este retrato inédito y Leñero rondaba los 40. 

Hoy, cuatro décadas después de ese encuentro, les cuento que la foto que ayer se usó en el homenaje de Bellas Artes, es del propio Rogelio Cuéllar, el más talentoso de los retratistas mexicanos. 

Aquí un fragmento que escribió Leñero en un especial que publicamos juntos en La Jornada allá por 1999. “Viajar es como irse de pinta por la vida. Meter lo indispensable en la maleta y buscar otros mundos para ver si con eso se descubren los rostros de la gente, el perfil de lo nuevo o de lo viejo, al aire de las calles extranjeras, el resollar del tiempo, todo eso: lo igual o lo distinto, lo que sorprende a quien viene de por acá, decimos. Se viaja para aliviar el trajín de la chamba y serenar los nervios. Pero cuando uno es fotógrafo o periodista, o reportero fotógrafo. Y éste es el caso, el viaje adquiere el temblor y la magia de ver para los otros.” 

Los viajes con Vicente hicieron que trabajar con él se volviera adictivo. Su especial enfoque de lo periodístico y su inigualable sentido del humor, me lleva a recordar en particular la cobertura del mundial en Estados Unidos en el 94, cuando lo convencí de comprar la más reciente cámara Nikon, la F4 y que más tarde se convertiría en mi última cámara de negativo.

Hoy termino esta columna con un whiskey en honor a un gran amigo y maestro, y aunque ya había dejado de fumar hace un tiempo, no pude evitar encender un cigarrillo sólo para recordar aquellos tiempos. Hasta aquí por ahora, triste me despido, no sin antes agradecer a este diario la oportunidad de escribir en este nuevo espacio. 

Nos vemos la próxima semana.