Manual de Fotoperiodismo
Prólogo del escritor y periodista Vicente Leñero para el Manual de Fotoperiodismo de Ulises Castellanos, editado por la Universidad Iberoamericana y la revista Proceso en 2003.
Durante muchos años -incluso cuando ya se había popularizado la cámara fotográfica- el periodismo se hacía a punta de palabras. El reportero, el entrevistador, el cronista, se sentía obligado a dibujar con palabras los acontecimientos y los entornos que conforman el fenómeno de los hechos dignos de ser contados. Se esmeraba -se esmera aún- en dibujar los pliegues de un rostro, la vivencia de un ademán, el paisaje que envuelve la esencia de lo captado.
La fotografía era un simple complemento, a menudo prescindible, de lo que el reportero perseguía y encontraba. Páginas repletas de letritas inundaban los diarios o las revistas. Lo que no estaba escrito no se veía. Lo que no estaba dicho con el verbo carecía de existencia.
La fotografía fue ganando terreno, y el fotógrafo que acompañaba al reportero en su investigación formó con él una mancuerna, pero casi siempre como un subordinado de aquél. Poco a poco, sin embargo, el periodista fue entendiendo que su pareja, el hombre de la cámara, no sólo completaba su trabajo, sino que realizaba una tarea que era necesario tomar en cuenta para ahorrarse inútiles descripciones, excesivos párrafos agotadores que un disparo de cámara suplía con maravillosa eficacia.
"Una imagen vale por mil palabras”, nos acostumbramos a repetir los hombres del teclado, siempre con desconfianza o con minusvalía hacia nuestro fotógrafo pareja. Escribíamos nuestras noticias o nuestros reportajes sin ver antes lo que atrapó la cámara; sin verlo nunca quizás hasta que no aparecía acompañado por esas fotos que otro -el jefe de la redacción o el editor- había seleccionado.
Se ha llegado a entender, por fin, que reportero y fotógrafo forman una pareja inseparable, una unidad en todo buen trabajo reporteril; que para redactar un texto se hace necesario tener enfrente esas fotos que nos van a ahorrar descripciones, detalles, entornos que la imagen proporciona de golpe con una fuerza incuestionable. Se ha llegado a entender, sobre todo, que el fotógrafo de prensa no es un simple disparaclics, sino también, como el hombre del lápiz, un auténtico reportero.
Debe serlo, y la toma de conciencia del fotógrafo en calidad de periodista es elemento clave para que esta transformación de los modos de trabajar tenga los buenos resultados que la profesión merece. Esto y no otra cosa es lo que finalmente propone el libro de Ulises Castellanos.
Surgido de una reflexión profunda sobre la materia, investigado y sobre todo escrito desde la experiencia de campo que lo ha hecho un fotorreportero de excepción, Castellanos nos hace entender el profesionalismo periodístico que es urgente exigir y reconocer a los hombres de la cámara. No son simplemente fotógrafos sino además, y porque lo son, periodistas en toda la extensión de la palabra.
La pareja que habrán de formar entonces el que escribe y el que "retrata" es una pareja de iguales. Su tarea se complementa de aquí para allá y de allá para aquí, en el fárrago del quehacer. Malo que un entrevistador se presente -por ejemplo- a charlar a solas con el personaje de un acontecimiento, y luego, otro día, en otra circunstancia, acuda el fotógrafo a realizar el registro de esc entrevistado. Se ignora -al cometer este vicio tan frecuente- que el fenómeno de la entrevista ocurre en un instante y que ese instante es el que exige ser recogido con palabras y con imágenes que se retroalimentan entre sí.
El libro de Castellanos formula, además, una propuesta para la enseñanza profesional del periodismo. Es necesario, dice sin necesidad de explicitarlo, dignificar la especialidad fotográfica y dedicar a la preparación formativa del fotorreportero, enseñanzas específicas tanto periodísticas como técnicas.
Sólo así lograremos encontrar la
imagen ideal de un periodista completo.
Nota: El Manual de Fotoperiodismo ha sido reimpreso en tres ocaciones tan sólo en los primeros siete años desde su publicación. Hoy se encuentra agotado. Es el primer libro de cinco de Ulises Castellanos.