Están por cumplirse 47 años de la Primavera de Praga y no cabe duda que viajar enriquece el espíritu y alimenta nuestro ser. Escribo esta columna desde Praga todavía emocionado por todo lo que he visto en esta gótica e impresionante ciudad medieval. Por la mañana estuvimos en la casa de Kafka explorando el génesis de sus obras y la tirante relación con su padre que finalmente es el origen de todo.
Sin embargo, pocos espacios en Praga me emocionaron tanto como ver la Plaza Wenceslao, el escenario donde se inmortalizó la invasión soviética a través de la mirada de un fotógrafo anónimo local, llamado Josef Koudelka, imágenes que le darían la vuelta al mundo y que conforman ya el imaginario colectivo de lo que fue la llamada Primavera de Praga.
En esta ciudad donde también creció Milan Kundera, autor de La Broma en 1967 y de la Insoportable levedad del ser en 1984. Aquí, en estas calles definitivamente se han forjado verdaderos artistas e intelectuales europeos. Justo ayer por la tarde descubrí una librería llamada KAVKA en donde pude comprar un hermoso libro de Koudelka titulado “68, la Invasión” una obra impresa con más de 249 imágenes del autor tomadas a lo largo de las semanas y meses que duró ese fuerte enfrentamiento entre checos y las tropas del Pacto de Varsovia.
Resulta que Josef Koudelka nacido en 1938 y que apenas se había decidido a los 28 o 29 años dedicarse a la foto, regresó a Praga un día antes de que comenzara la invasión de Checoslovaquia por parte de las tropas Soviéticas para inmortalizar aquellos hechos. Sus imágenes saldrían de Checoslovaquia un año después, hasta 1969 por mediación de Anna Fárová y serían distribuidas por la famosa Agencia Magnum, entonces presidida por Elliott Erwitt a una docena periódicos y revistas, entre ellas Look, The Sunday y el Times por supuesto.
Pero ¿cuál sería la única condición? Que no se mencionara el nombre de su autor para protegerlo de posibles represalias en plena guerra fría. Lo asombroso es que en ese contexto, sus reportajes visuales le valieron el Premio Robert Capa, entregado por primera vez en el anonimato a “un fotógrafo checo”.
En 1970 Koudelka deja Checoslovaquia y se va a Francia en donde conoce a Cartier Bresson y lo invitan a ser parte de Magnum como fotógrafo asociado y es así que se nacionalizó francés en 1987.
Hoy a sus 77 años, Koudelka tiene decenas de libros y obras terminadas como Gitanos y Caos entre otras; se trata pues de un fotógrafo excepcional, con una mirada universal, forjada en blanco y negro, dura y potente. Kafka creció aquí con un montón de miedos en una época de terror y eso lo llevó a escribir Metamorfosis y El Proceso; Koudelka creció bajo una luz blanca, leyendo a Kafka mientras su país se convertía en un satélite comunista de la ex Unión Soviética.
Infancia es destino y su destino fue ser grandes, grandes artistas en momentos distintos pero con un factor en común, caminar de noche por las calles de Praga.