Pinochet

Murió sin pedir perdón. Vivió matando. El ex dictador chileno Augusto Pinochet falleció este domingo 10 de diciembre; curiosamente en el Día Internacional de los Derechos Humanos.

Su rostro representó siempre la muerte y sus ojos la traición. 

En el colmo del cinismo, él nunca se sintió responsable de nada, de hecho se definía como un demócrata en sus entrevistas por televisión. En 2003, al cumplirse 30 años del golpe militar. 

Tuve la invaluable oportunidad de pasar una semana en Santiago de Chile, acompañando al periodista Julio Scherer García. En aquella ocasión, se preparaba una serie de eventos en el Palacio de la Moneda para recordar a Salvador Allende. 

Por aquellos días, mientras Don Julio me contaba de su amistad con Allende, así como de su encuentro con Pinochet, días después del golpe, pensaba en lo difícil que ha sido para el pueblo chileno reconciliarse con su historia. 

Hoy Chile es, sin duda, un pueblo dividido por el odio y rencor que este militar sembró por décadas en el corazón de su gente. Un fotógrafo de Reuters, Carlos Barría, me llamó para preguntarme si quería ir al día siguiente a la casa de Pinochet. 

Lo consulté con Scherer y le dije que sí. Optamos por sacrificar la cobertura de los eventos oficiales a cambio de la posibilidad de fotografíar a este siniestro personaje. 

Prácticamente desde que había regresado de Londres no se le había visto en público. Al llegar a la zona residencial, me sorprendió ver a una docena de fans del dictador con banderas chilenas como si se tratara de un héroe nacional. Durante horas esperamos para entrar a su casa. Finalmente, al medio día se nos avisó que pasaríamos a verlo. Nos dijeron que no saldría de su casa y que el breve y solitario acto duraría unos minutos. 

Así fue, entramos y, acompañado por sus familiares, tuvimos cara a cara al ex dictador. Ahí estaba, sentado con su bastón, solo y sin fuerzas. Asustaba que ese viejo hubiese sido el responsable de más de 3 mil muertes y miles de desaparecidos. Afuera los gritos de apoyo al general, mientras en Santiago cantaba Silvio Rodríguez en una plaza llena que recordaba al Presidente Allende. Así la historia de esta foto. Hoy, Pinochet es un fantasma.