La objetividad. Un mito genial.
Durante décadas se ha manejado este concepto como una de las metas a seguir como estudiante de periodismo y, más tarde, como profesionales. Varias generaciones de periodistas crecimos con esa idea. Vaya pérdida de tiempo.
Nada más falso que la búsqueda ciega de la objetividad periodística, como sinónimo de desapasionamiento e imparcialidad. La semana pasada, debatimos sobre esto Ernesto Ramírez, Jacob Bañuelos, Luis Jorge Gallegos y quien esto escribe, ante un auditorio plural de fotógrafos, periodistas y estudiantes en el Museo Franz Mayer.
Ahí expresé la necesidad de olvidarnos de esa búsqueda afanosa por algo que simplemente resulta imposible para la condición humana: la objetividad a secas. Más bien, propuse buscar la honestidad como un valor inherente a nuestra profesión.
Afuera, la sociedad lo que busca, en términos informativos, es sentido de la oportunidad y veracidad, no la cómoda neutralidad de quien se dice objetivo para lavarse las manos y evadir su responsabilidad.
Hoy, frente al cambio tecnológico digital, la fotografía periodística pierde su fuerza de verdad ante la tentación de manipular. Así, lo único que queda como respaldo de nuestro trabajo es nuestra firma y trayectoria profesional como garantía al lector de que lo que decimos y publicamos es cierto y lo hacemos bajo un principio de honestidad inequívoca.
Una vez, el maestro José Woldenberg me dijo, cuando formamos parte del jurado ciudadano del Premio Nacional de Periodismo: “Si decimos la verdad, no nos equivocamos”. Tiene razón. Entonces, la búsqueda final para un mejor periodismo visual y escrito debe enfocarse a ofrecer un trabajo pulcro y honesto. Nada más, pero nada menos.
Debemos dejar la objetividad como una bonita idea pero, al final, inalcanzable. Y esto, la honestidad, es justo lo que el lector busca y demanda de nosotros. Obvio, ésta sólo puede alcanzarze con sólidos valores éticos y culturales en cada periodista. Y eso es lo que hace la diferencia entre un periodismo corrupto y barato, frente a uno inteligente, propositivo y original.
A los fotoperiodistas, el tema no puede sernos ajeno. Varios han intentado (como Madrazo en Berlín) tomar atajos para sorprender al lector; para mentir, pues. Y siempre que son descubiertos lo pierden todo y quedan en ridículo.
Lo más valioso de los periodistas en nuestra vida profesional es la credibilidad que respalda nuestro trabajo. La honestidad como un valor ético fundamental. Sin ella estamos muertos.
Por último, no puedo dejar pasar el 40 aniversario del asesinato de uno de los iconos del siglo XX: El Che Guevara. Aquí, una foto que tomé en Cuba en su funeral en 1997. Al fondo, la silueta de luz inspirada en la foto del cubano Alberto Korda.