Gracias…las despedidas siempre son difíciles, pero sobre todo cuando duelen. Somos muchos los que perdemos la mitad de la vida deseando cosas que podríamos alcanzar, si no perdiéramos la mitad del tiempo en desearlas.
Así, pues, hoy termina para mí una aventura editorial. Ésta es la última colaboración que entrego al diario EL CENTRO.
Empiezo por dar las gracias por una razón, porque nada seríamos sin el otro y mucho menos si no somos capaces de albergar un sentido de humildad. Hoy me despido con un dolor en el corazón por los amigos sembrados en esta redacción. A Gabriel Pérez mi amistad sincera, a Jorge mi reconocimiento, a Adrián –siempre estresado- un abrazo y al Tiburón todo mi terror.
Pero a los fotógrafos del diario, mi cariño irrevocable. A Karina, Eunice, Rogelio, Ernesto, Óscar, Eduardo, Juan y Dayán un abrazo solidario. Mil gracias por su confianza y profesionalismo. A todos los reporteros y a Ramón, incansable cazador de noticias, mi agradecimiento.
A los diseñadores mi aprecio por su paciencia, a pesar de la distancia. Y a usted, amigo lector, mil gracias por su tiempo y comentarios. En esta columna intentamos siempre ir a la vanguardia de lo que sucede en el mundo de la foto. Ustedes fueron siempre nuestro principal objetivo. Hoy este espacio termina aquí con la esperanza de haber construido puentes.
Agradezco particularmente a Camarena, director del diario, su confianza y amistad. Un hallazgo su llegada y el reconocimiento invaluable a su valentía y arrojo para impulsar la imagen en estas páginas.
El suplemento semanal de foto no hubiera sido posible nunca sin su entusiasmo y decisión. La Callejera e Imágenes de la Ciudad no existirían sin la creatividad editorial de Salvador. El discurso fotográfico de este diario no hubiera sido posible jamás sin un personaje como Salvador Camarena, quien siempre se arriesgó con nosotros por encima de todo, incluida su paciencia. A él, mi amistad y reconocimiento permanentes.
Esta aventura la comenzamos en 2006 en una bodega de Iztapalapa, con una mayoría de jóvenes profesionales. A Alejandro Gómez le agradezco sobre todo el empuje y la entrega cotidiana.
A Carlos Flores, la valentía de apoyar un proyecto como éste. Sin ellos nunca hubiera sido posible esta locura. Sé que la amistad no se agradece, sólo se corresponde. A eso me atengo. Es lo que vale. Y es lo que ofrezco.
A usted, amigo lector, mi gratitud incondicional. Al final son nuestros gustos, en mayor medida que nuestras capacidades, los que revelan más de nosotros mismos. Por ello refrendo aquí mi total responsabilidad en el tono y edición de las imágenes presentadas a lo largo de casi dos años.
Sentir gratitud y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo. Por ello, lo hago público, gracias a todos mis compañeros del diario, sin ustedes nada de esto sería posible. Y a María, la niña de Mariela, todos los besos.
De corazón, gracias de nuevo a todos y la mejor de las suertes para el futuro. Shakespeare decía que muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor. Hoy me despido con esa idea. Hasta la próxima.