Fotoperiodismo

Situación actual en México

Por Ulises Castellanos

Frente a la situación actual del fotoperiodismo en nuestro país, francamente no se ni por dónde empezar.

Trato de recordar por qué decidí iniciar en esta carrera y me llegan a la memoria un montón de ilusiones adolescentes. Ya saben, documentar “la realidad”, “viajar”, “cambiar al mundo”. En realidad sólo una de estas tres se cumplió a cabalidad : Viajar y recorrer el planeta. Eso si. 

Los comienzos 

Decidí ser fotoperiodista cuando nos amanecimos con el terremoto de la ciudad de México en 1985, un 19 de septiembre hace ya 29 años, era un mundo sin internet, sin celulares con camarita a la mano, la fotografía era un trabajo químico y visual que nos convertía a los fotógrafos en una especie de “chamanes” entre la realidad, los hechos y la sociedad. Ser fotoperiodista entonces era una suerte de “poder sobrenatural” había algo mágico que nos daba la oportunidad de ser casi los únicos con la habilidad de congelar el tiempo y compartirlo con los demás, a través fundamentalmente de los medios impresos. Era otro mundo. No existía Instagram. Éramos especiales pues. 

Mi generación venía de ver las imágenes de Nicaragua de Pedro Valtierra en unomásuno y algunas otras por ahí en las páginas del recién fundado diario La Jornada que estaba por cumplir su primer año en aquel entonces, y comenzaba una época de oro de la mano de sus fotógrafos que duraría apenas una década. Después vendrían los 90, una nueva generación de fotoperiodistas, libros exposiciones y una mayor competencia entre medios por buscar la mejor imagen. 

A mediados de esa última década irrumpe la cámara digital y se perfecciona recién entrado el nuevo siglo. Un nuevo mundo tecnológico se hacía presente, la fotografía digital en su cenit y el fin del negativo. 

Para 2007, Steve Jobs nos presenta el iPhone y ya nada sería igual, la fotografía digital, ahora es móvil, viral y a la mano de cualquiera. Es la fotografía 3.0 

El presente

Hoy ser fotoperiodista es casi irrelevante, ya no somos únicos, ni tenemos el monopolio de la imagen, y mucho menos de la distribución, hoy en definitiva “cualquiera hace foto”, “cualquiera la distribuye”, y el mérito de la oportunidad es rebasado por el hombre de los cacahuates en el zócalo que “ve” bajar un ovni, lo “captura” y lo tuitea. En dos segundos, el hombre de los cachuates, aplasta cualquier infraestructura reporteril dedicada a fotografíar la “realidad”. Si acaso, después de que se viralice la foto hasta el cansancio, la sociedad nos dejará el papel de “verificadores”, el fotoperiodista llega al lugar de la noticia ya para “confirmar” y nada más. 

Los medios invierten más en fotógrafos de sociales y deportes, que en fotógrafos para cubrir el narco. Ahí mejor se esperan a las agencias, y las agencias se esperan a que un freelance local les mande. 

Contexto Internacional 

A nivel internacional, la situación no es muy diferente, más del 80% de los fotógrafos de guerra que andan en Medio Oriente son freelances, son muy muy buenos, pero son freelances, deben invertir su propio dinero y buscar rápido a quién venderle lo que traen. Ah, pero eso sí, si un combatiente o ciudadano en cualquier guerra “sube” una foto a Instagram, los medios la toman de inmediato, total, es gratis. 

La otra “guerra” 

En los medios nacionales, se libra otra “guerra”, la de los diseñadores que se creen editores visuales y que frente a la ignorancia visual de muchos directivos, abusan de su ingenuidad. Por lo que son ellos quienes determinan cual foto y a qué tamaño se irá en las páginas de su diario o revista. No hay editores de foto con poder “real” en los medios impresos. Es más, en algunos casos, ya ni la figura existe. 

¿Cuántos diarios o revistas en México tienen secciones de fotografía fijas? Uno y es Excélsior. ¿Y los demás? ¿Y a quién le importa? A nadie. Ni siquiera a los lectores. Es más, ellos ya ni el periódico “ven”, para eso está Twitter o el Face. ¿Cuánta fotografía basura circula diariamente en internet? Cálculos conservadores refieren que diariamente se suben más de 300 millones foto en las redes. Unas buenas sin duda, pero la gran mayoría “basura visual” o simples mentiras. ¿Y a los fotoperiodistas les importa? TODOS dicen que sí, pero nada hacen para cambiar la situación, o al menos nada que ponga en riesgo su quincena. O sea, nada. 

Hoy los fotógrafos que trabajan en medios se componen de algunos apasionados por la imagen, es decir, verdaderos profesionales y talentosos colegas, y otros obsesionados con hacer valer su militancia para la denuncia política de las atrocidades que vive nuestro país; pero la gran mayoría, lo hace solo para sobrevivir y eso se refleja en las primeras planas de todos los diarios. Mediocridad pura. 

Hoy ya ningún fotoperiodista da “nota”, dominan las caritas y tomas generales. Imágenes de lluvias, tráfico o marchas aburridas permean las páginas de los medios. Se acabó la posibilidad de “documentar” en serio o remotamente ofrecer una mirada original con nuestra sensibilidad visual Todas las fotos, de casi todos los diarios son idénticas. Hay ocasiones en que una sola agencia se lleva las primeras planas de 4 o 5 diarios con una sola foto. 

A veces hay imágenes más interesantes o inteligentes que otras, en los distintos muros de mis amigos en el Face. ¿Y el periodisimo profesional? El fin del fotoperiodismo del siglo XX Ustedes disculparan mi pesimismo, pero hace años que vengo pensando esto. El fotoperiodismo se acabó, o al menos el fotoperiodismo que conocimos en el siglo XX, el que cuestionaba, el que buscaba la nota, el fotoperiodismo de investigación está muerto. 

Nuestro país no tiene una industria fotográfica fuerte, los diarios están en otra cosa, muchos en la debacle editorial y la gente esta pegada a sus dispositivos, los fotógrafos de prensa se hunden en su arrogancia, lo critican todo, pero son parte del mismo ecosistema. En un país tan polarizado como el nuestro, derivado de buenas y malas razones, no se puede plantear un problema profesional y tecnológico sin que sea “juzgado” por prejuicios e ideologías que por lo general van muy por detrás de lo que acontece en realidad. Por ello, debatir o definir los pormenores de una crisis tangible como la del fotoperiodismo contemporáneo en México, invariablemente se estrellará con una serie de comentarios al aire sobre “quien escribe” y lo “que hay detrás”, sin embargo aprecio la invitación de esta revista para poner el tema sobre la mesa. 

El fotoperiodismo en México atraviesa hoy la peor de sus crisis mediáticas derivado de tanto manoseo. Apenas hace unos meses golpearon casi hasta la muerte a un colega por retratar una marcha “ciudadana”, ¿quién lo golpeó? ¿los Granaderos? ¿Judiciales? ¿Policía Federal? No. Los ¡¡¡ Manifestantes ¡¡¡ Así como lo lee. Los llamados anarquistas casi matan a Marco Ugarte, fotógrafo de la AP, ¿Por qué? Por hacer su chamba, hacer fotos. Así nada más. ¿y qué pasó? Nada. Nadie. No derivó en nada. 

El debate del quehacer fotográfico documental en nuestro país, es muy, muy pobre, ridículo incluso. Vivimos en un país periférico en términos noticiosos, no mucho de lo que pasa aquí le importa a nadie. Salvo a nosotros. La mayoría de los fotoperiodistas de nuestro país tienen muy poca preparación, impera la improvisación y tienen poco fogueo internacional; todos creen que la marcha de los maestros, la de los electricistas, de los taxistas o de los antorchistas, serán claves en el desarrollo político nacional. Ahora, vayamos por partes, esta crisis del fotoperiodismo nacional no es “mexicana” es Global, afecta en todos los países en mayor o menor medida. El ecosistema fotográfico está quebrado, sufre una transición aún inconclusa. La postfotografía En definitiva estamos viviendo ya una era postfotográfica, tal como lo describe Fontcuberta,, hoy la imagen va más allá del acto fotográfico. 

Algunos pensamos que estamos inmersos además en una especie de Fotografía 3.0 como lo describe Oscar Colorado en su más reciente libro. Una vez remontada la ola tecnológica y superada la transición de lo químico a lo digital, ahora nos enfrentamos a lo digital más el internet, más su movilidad y capacidad de distribución universal y masiva que hace pedazos el concepto de “chaman” que antes se nos atribuía. 

Valores cualitativos de la foto 

Entonces, ¿qué valores cualitativos le quedan al fotógrafo de Prensa? Como ya dije pasamos de ser los únicos con cámara en una fiesta, en una inundación o en una inauguración, a ser los “otros” con cámara que vienen de algún medio, sin embargo, el 99% de las personas que nos rodean ya traen cámara y pueden compartirla incluso antes que un “profesional” y recordemos que la industria periodística no “necesita” calidad ni composición, más bien consume inmediatez y morbo. 

Hoy los criterios de valoración informativa son otros, la información visual se vuelve líquida, circula en redes, horas antes de que siquiera se forme la página de un diario, a los fotoperiodistas se les monitorea desde una redacción y se les dan instrucciones en tiempo real, porque un “jefe” lo está viendo en vivo desde su teléfono. 

La saturación visual abruma a la sociedad e impide la contemplación, hoy en día, ni los editores ni el lector, saben ya a ciencia cierta donde vieron tal o cual imagen del huracán, ya no saben si fue en video o en foto, si fue en el diario de ayer o en el tuit de hace 10 minutos. La capacidad de concentración y memoria de nuestra sociedad contemporánea es resbaladiza o casi nula. 

Distribución masiva 

La distribución en redes sociales rebasa nuestra capacidad de retención, hoy no le dedicamos ni un segundo completo a ver una foto en nuestro smartphone y mientras escribo este texto somos avasallados por cientos de millones de fotografías nuevas que se suben cada hora en las redes sociales. 

Crisis financiera en medios 

Si adicionalmente le sumamos a este cambio tecnológico, la crisis financiera de medios impresos y agencias por el impacto de Internet, entonces el cuadro se pone peor. Cada vez se paga menos a menos fotógrafos por cualquier imagen. 

Lo que produce la gente en redes es GRATIS, entonces ¿ para qué pagarle a un profesional, si el taxista lo va a mandar ? Los salarios en los diarios que aún conservan staff de fotógrafos están arrancando contrataciones de a 5 mil pesos por mes, así las cosas ya nos podremos imaginar la calidad de la imágenes que producen o el entusiasmo con el que un fotógrafo va a trabajar cada día. Si no me creen, vean las fotos en cualquier diario mexicano. 

Ahora bien, no todo es dinero en la vida, supongamos que no necesitamos más allá de esos 5 mil pesos, porque lo que nos importa es “documentar”, “denunciar” o hacer reportajes de fondo, sobre el narco, la miseria, la migración o cualquier otro tema de actualidad, pues nada, en ninguno de estos mismos diarios será publicado ese material, porque “no hay espacio”, “no es tema”, “deja lo revisamos”, “ya está muy visto”, “a la gente no le interesa” y así hasta el infinito. 

Credibilidad cero 

En este contexto, también podemos sumar la pérdida meteórica de credibilidad de la que gozaba la fotografía al menos en todo el siglo XX, es cierto siempre se ha podido mentir y siempre se pudo manipular una imagen, pero la capacidad actual de mentira roza la ciencia ficción, hay cosas que simplemente ya no sabes si son verdad o no. 

Recordemos la pifia del diario El País con la foto del presunto Chávez hospitalizado, pensemos en aquella foto del amazonas donde presuntamente había una tribu hasta ese momento desconocida en el planeta, puras patrañas. 

Un buen ejemplo del fin de la credibilidad del fotoperiodismo nos lo dio involuntariamente Obama cuando en Mayo de 2011, cuando anunció la captura y muerte de Bin Laden, Obama agregó que no nos mostraría las fotos porque de todas maneras tampoco lo creerían y tan tan. Hasta la fecha no conocemos una sola imagen de Bin Laden muerto, lo que desató las fotos falsas y retocadas de películas gringas. Para comparar la fuerza documental y valor de la imagen entre un siglo y otro, los invito a googolear la frase “muerte de bon laden” frente a “la muerte del Ché Guevara”, la diferencia es impresionante, del ché hay una docena o más de fotografías que documentan su muerte en Bolivia. De Bin Laden, cero, ni una. Sólo retratos de él en vida y algunos memes. 

Los corresponsales de Guerra 

¿Aún no se convencen de la tormenta multifactorial que azota al fotoperiodismo mexicano y sus colegas en el mundo? Ahora, pasemos al ámbito internacional y a la madre de todas las batallas, la cobertura de guerra, el sueño de todos los fotoperiodistas. Fuera de una docena de grandes fotógrafos de Guerra, pagados por agencias o diarios del Primer Mundo, nadie más tiene cabida en ese tren. Ahí lo que aplica es sacar los ahorros o pedir prestado, porque nadie, absolutamente nadie les dará $25 o $30 mil dólares para cubrir la Primavera árabe o la Guerra en Siria. 

Lo que hacen las grandes corporaciones mediáticas es que si acaso tienen a uno o dos de casa en Medio Oriente, el resto lo nutren de una centena de freelances a los que se les paga por foto, por día o por asignación según sea el caso. No está mal pagado pero de esa centena, sólo cinco lograrán impactar la portada del New York Times de vez en vez. 

En fin, el fotoperiodismo como lo conocimos en el siglo XX, jamás volverá a ser lo mismo, pero no para mejorar sino todo lo contrario, menos espacio, menos oportunidades y salarios de miseria, sumado a la falta de credibilidad ya instaurado en la sociedad y la nula capacidad de organización de los propios colegas divididos por vanidades, arrogancias y egos que mantienen a cada uno en su isla. 

Así las cosas, no hay mucho que agregar a este triste diagnóstico, debemos estar abiertos sin duda a las nuevas tecnologías y a las nuevas posibilidades de la producción visual, pero seguiremos necesitando producir contenidos inteligentes y valiosos, que sean reconocidos por colegas y medios valientes y sensibles a la imagen. 

En México el panorama es muy desolador y a nivel Internacional, las grandes referencias editoriales se diluyen con el tsunami digital, masivo y caótico en un mundo con más de 1,000 millones de celulares con cámara en mano de una séptima parte de la población mundial. Nunca en toda la historia de la fotografía se había producida tanta y tan mala foto. Vivimos una era de analfabetismo visual dominante.

Ensayo publicado en la revista Zócalo en 2014