Memoria
Cuando Ulises Castellanos, de apenas 17 años, llevó consigo su cámara a las calles de la Ciudad de México aquel histórico 19 de septiembre de 1985, tal vez jamás pensó que su vida giraría en torno a la imagen.
Ulises se convirtió, desde entonces, en un embajador capaz de llevarnos a lugares remotos, introducirnos a personas inaccesibles, o transportarnos a situaciones de extremo peligro al tiempo que nos transmite -visualmente- ideas, sentimientos y reflexiones.
Castellanos forma parte de una generación de fotógrafos con una clara visión ética, afincados en una tradición rigurosa de respeto a la imagen y la información visual que transmite, con pleno conocimiento de su impacto social.
Hoy, en la era de los medios sociales y los dispositivos móviles equipados con cámara, esta noción de la ética visual es más apremiante que nunca.
Hay que decirlo: El trabajo fotográfico de Ulises Castellanos forma parte de un fotoperiodismo en peligro de extinción. El fotoperiodista se ha vuelto, de manera tan triste como creciente, en el blanco de los recortes presupuestales. Pero también están en trance los propios medios de difusión tradicionales: desde la desaparición en 1972 de la revista Life hasta la aparición de los teléfonos inteligentes y las tabletas, cada día somos testigos de la lucha por la supervivencia de periódicos, revistas y consorcios enteros de comunicación.
Al cumplir 50 años, Ulises Castellanos ha decidido legar sus negativos a la Fototeca Nacional. El objetivo de Castellanos al encomendar su acervo a la Fototeca Nacional es dar acceso al público en general, los interesados en la historia del fotoperiodismo en México y a la comunidad académica a un cuerpo de obra con más de 90 mil negativos que datan desde 1985 hasta cerca de 2005.
Así, Castellanos nos permite asomarnos, con sus fotografías-ventana como diría John Szarkowski, al Movimiento Zapatista en México al atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York; del drama de los refugiados en Medio Oriente a la Cuba posrevolucionaria o a una China en transición hacia la economía de mercado. “Septiembre roto”, “Obra negra”, “Shangri-La”, “Ciudad Prohibida” son los sugerentes nombres de algunas de sus series de fotografía informativa que nos permite formar una memoria colectiva.
A veces es fácil olvidar que la fotografía tiene, en el momento mismo de presionar el obturador, un valor documental, registral. La fotografía es memoria Y luego se podrán sumar los valores sociológicos, semióticos, culturales, estéticos.
Así, al enfrentarse a las fotografías de Ulises Castellanos, el observador se presenta ante una puerta hacia realidades que merecen ser vistas, reflexionadas y recordadas. Estamos frente a una herencia visual forjada desde la cámara, claro está, pero también desde la mesa de edición. Y es que Ulises Castellanos Herrera es poliédrico: fotógrafo, editor, educador, innovador, testigo, experimentador, provocador, informador, cronista, crítico...
De modo que importa, desde luego, la fotografía de Ulises, pero quizá no sea tan fácil ver, de primera intención, la profunda huella que ha dejado la mirada de Castellanos en el imaginario informativo en México.
Quizá nunca nos habremos enterado de que tal o cual fotografía que se publicó en revistas como Proceso, y en periódicos como Excélsior o El Universal llegaron a nuestros ojos porque Ulises las eligió.
Texto de Sala para la exposición Memoria en el marco de la donación del acervo fotográfico de Ulises Castellanos concedido a la Fototeca Nacional, texto de Óscar Colorado Nates, crítico, analista y promotor de la fotografía. Catedrático de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana y doctorando por la Universidad Complutense de Madrid.