1994
Por Ulises Castellanos
Este mes el periodista Diego Enrique Osorno, estrenó su serie documental titulada “1994”. El abordaje de ese año histórico, es sumamente complejo. El primero de enero de ese año, México entraba teóricamente al primer mundo, después de la ratificación del Tratado de Libre Comercio, sin embargo, nos amanecimos con una incursión indígena armada en Chiapas en las primeras horas de ese año. Tres mese después mataron a Colosio. Y todo cambió para siempre.
Para los periodistas que vivimos aquel año intensamente, lo que vimos nos tatuó la piel y marcó nuestra carrera profesional con fuerza. Aquel 1 de enero recibí una llamada de Vicente Leñero en París, donde me decía, “se desató el desmadre”, regrésate, “es tu oportunidad”. Yo apenas tenía seis meses como fotógrafo en Proceso cuando la dirigía Julio Scherer García. Por supuesto volé de inmediato a nuestro país y de ahí me fui a Chiapas durante meses, hasta el atentado a Colosio cuando me mandaron a Tijuana. Ibamos de sorpresa en sorpresa. México se rompía.
Comienzo felicitando a Diego Osorno - a quién admiro desde hace tiempo- y a su productora ejecutiva Laura Woldenberg por la estupenda manufactura de la serie recién estrenada en Netflix. Se cumplen 25 años de aquel dramático año. Aunque para mí los protagonistas centrales de aquel año son básicamente el sub comandante Marcos y el ex presidente Carlos Salinas; no dejo de lado al candidato Colosio, como víctima de un choque de intereses que acabaron con su vida en Lomas Taurinas.
El documental es impecable en muchos aspectos, aunque se excede en los detalles de la historia de Luis Donaldo, que por momentos parece empalagoso por todo lo que a posteriori se construyó sobre su personalidad y esperanzas rotas; para los que vivimos ese año, Colosio en vida era un candidato gris, apenas superado por lo que resultó ser el gobierno de Zedillo quien finalmente entregó el poder a un partido opositor encarnado en el inefable Vicente Fox.
La producción de toda historia documental está sujeto a una investigación previa que según sé, les llevó dos años de trabajo previo, sin embargo, las entrevistas al revelar nuevos detalles, obligan siempre a hacer ajustes en el camino. En “1994” el planteamiento de arranque, su clímax, y resolución, giran en torno a Colosio y ese es el eje de toda la serie. Sin embargo, el guión no da resolución a todos los elementos planteados, parece que aquel año todo giró en torno a Colosio y no fue así en realidad. Había infinidad de frentes abiertos y fuerzas de facto actuando al mismo tiempo.
Este documental es expositivo, porque plantea datos y testimonios. Es explorativo también, porque en las entrevistas revela la personalidad de los protagonistas de la época. Tiene algunos elementos sonoros que estremecen la memoria, el discursos de Colosio, Jacobo, la primer entrevista a Marcos, Salinas, etc. Los elementos visuales son muy interesantes, la mirada sobre la pantalla en cada entrevista, el paisaje urbano con uso de drone, una fotografía bien compuesta y un claro diálogo entre imágenes y personajes que interactúan con mucha inteligencia.
Sin embargo, ¿La suma de entrevistas, construyen una nueva realidad? Para nada, sólo crean un arco dramático para engancharnos. Diego cuenta que hizo más de 100 entrevistas y aunque solo usan 35 para la serie. Este trabajo rompe con la vieja idea de que la televisión en México sólo puede producir entretenimiento banal. Las audiencias han cambiado y con ellas su exigencia a materiales de calidad se incrementa. Este documental llena ese vacío. A 25 años de ese dramático año. Marcos y Salinas son los antagonistas perfectos, sus testimonios son claves en la serie documental. Marcos no hablaba desde 2006 y encontrarlo para la entrevista es un mérito de su director.
Diego Osorno sin duda confía en la inteligencia de su audiencia, no ofrece conclusiones ni da moralejas. Diego es periodista, escritor y ahora director de documentales también. Pero Diego era un adolescente cuando todo eso sucedió, nació en 1980 y tenía apenas 13 años de edad cuando estalló la revuelta del EZLN. Me habría gustado que además de los ricos testimonios en video, se incluyeran portadas de diarios y revistas de la época, para entender el contexto y la visión de entonces. Eso era indispensable para su contexto. Creo que hicieron falta también los testimonios de más periodistas de entonces.
Por supuesto, faltó la entrevista con Mario Aburto, pero al parecer ni en el sexenio de Peña ni en éste, se autorizó la entrevista en el penal de Tabasco donde hoy se encuentra el asesino sentenciado. Sólo hay un fragmento de voz de la entrevista que hizo don Julio Scherer para uno de sus libros y videos escalofriantes de su primer interrogatorio y reconstrucción de hechos. Aburto era la cereza del pastel y lamentablemente no se consiguió para este trabajo.
Diego nos cuenta que con Carlos Salinas habló cinco horas durante la entrevista a cuadro, para usar sólo 20 minutos si acaso. Bien por su capacidad de síntesis. El equipo de producción obtuvo y revisó más de 500 horas de video histórico de la época para una serie que dura 225 minutos, dividida en cinco episodios. Se creo un grupo multidisciplinario entre periodistas, cineastas, editores y especialistas que rebasó los 200 colaboradores. Un trabajo titánico sin duda.
La serie es impecable en su narrativa, el hilo argumental de la historia va encadenando los hechos y testimonios con suma elegancia, para llevarnos a su desenlace. Mantiene el interés de manera impecable para verla de manera adictiva. En una sentada se consume completa.
En la primera etapa de la serie, la exposición de los acontecimientos juega un papel clave. En la segunda etapa el desarrollo del conflicto se plantea desde el segundo episodio, las contradicciones de los personajes y los acontecimientos van generando tensión. En la tercer etapa los personajes son vencidos, aquí nadie gana, a uno lo matan, otro pierde el control de su gobierno y el rebelde regresa a la selva sin nada. Al final el país se derrumba económicamente. Al terminar la serie, parece que no habrá confrontación decisiva, todos se salvan pero quedan mal heridos.
En la última etapa jamás se resuelve el conflicto. La última imagen es de un Colosio que se retira de los micrófonos con cierta ingenuidad. Jamás disfrutó su campaña y quien se convirtió en Presidente jamás quiso serlo. Lo ratifico, la serie es excelente, pero Colosio empalaga; lo presentan como el héroe que salvaría a la patria si no lo hubieran matado y no creo que ese fuera su destino. Sin embargo ¿cómo luchar contra la esperanza de lo que no fue?.
El documental incluye testimonios y entrevistas con los personajes centrales de aquel año: Carlos Salinas de Gortari, Alfonso Durazo, Agustín Basave, Mario Luis Fuentes, Marcelo Ebrard, Federico Arreola, el hijo de Colosio, Othón Cortés y el sub Marcos hoy rebautizado como Galeano. Faltó el comisionado para la paz, Manuel Camacho que por razones obvias ya no pudo ser entrevistado, y quién seguramente se llevó a la tumba innumerables secretos de aquella trama.
En fin, la serie no tiene desperdicio, es casi perfecta, y el trabajo de Diego es impecable, la edición es muy buena, la producción es de primera, la fotografía es elegante y bien compuesta. Me hizo recordar mucho y me parece que es de lo mejor que hoy ofrece Netflix sobre México. No dejen de verla y súmense a la conversación.
PD. La foto que acompaña esta columna la tomé en aquel año y es la de un niño zapatista agazapado detrás de un mosquitero, en una finca abandonada en la selva, infancia robada, a la que la sociedad y gobierno todavía le deben un mejor futuro.
Columna publicada en El Sol de México (Junio, 02, 2019)